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La mejor guía independiente de Portugal
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El paisaje portugués está marcado por su arquitectura militar, el resultado directo de siglos de conquistas y resistencia. Desde las encarnizadas batallas de la Reconquista contra los califatos moros hasta la defensa de su soberanía frente a Castilla y Napoleón, estas fortalezas de piedra narran la historia de una nación forjada en combate. Hoy en día, estas estructuras ofrecen mucho más que historia militar; son una ventana abierta a la vida medieval y a la evolución de la arquitectura.
Esta guía recorre lugares con personalidades propias, desde las torres del homenaje de granito del norte hasta las ciudadelas de arenisca roja del sur. En ella descubrirá la impronta morisca de los arcos de herradura conviviendo con las imponentes torres góticas erigidas para consolidar la independencia. Tanto si le fascina la Orden del Temple como si prefiere las complejas fortificaciones de artillería, estos castillos son el testimonio físico de los hitos que moldearon el Portugal moderno.
A continuación, presentamos una breve reseña de los diez mejores castillos portugueses que recorre esta guía.
• Castelo de Tomar (La obra maestra templaria): Sede de los Caballeros Templarios y, posteriormente, de la Orden de Cristo. Destaca por su singular Charola y por fusionar su función militar con el simbolismo religioso.
• Castelo de Silves (La fortaleza roja): Máximo exponente de la arquitectura militar islámica en Portugal. Edificado en arenisca roja, fue la capital almohade del Algarve.
• Castelo de Guimarães (La cuna simbólica): Una imponente fortaleza de granito en la región del Minho. Es venerado como la cuna de Afonso Henriques y de la propia nación portuguesa.
• Forte da Graça (La cumbre de la ingeniería de artillería): Ubicado en Elvas, este fuerte estrellado del siglo XVIII se diseñó para resistir el fuego de cañón. Representa el paso de las murallas medievales a la guerra geométrica moderna.
• Castelo de Almourol (El castillo del río): Romántica fortaleza templaria enclavada en un islote rocoso en mitad del Tajo, erigida originalmente para defender la frontera cristiana.
• Castelo de São Jorge (La ciudadela urbana): Corona la ciudad de Lisboa. Este complejo de origen morisco ofrece las mejores vistas panorámicas de la capital y del estuario del Tajo.
• Castelo de Marvão (El nido del águila): Una inexpugnable fortaleza fronteriza encaramada en un alto risco de cuarcita. Ofrece espectaculares vistas de 360 grados que alcanzan hasta España.
• Castelo de Santa Maria da Feira (La anomalía arquitectónica): Singular entre los castillos lusos por sus torres cónicas y su aire de cuento de hadas, es un híbrido entre fortificación y palacio.
• Castelo de Óbidos (La villa amurallada): El pueblo medieval por excelencia. Sus murallas abrazan por completo la villa, que históricamente fue propiedad de las reinas de Portugal.
• Castelo de Bragança (La atalaya del norte): Defensa fronteriza remota en el extremo noreste. Alberga una torre del homenaje gótica magníficamente conservada y un edificio civil románico.
La ubicación de estos 10 castillos se puede ver en el siguiente mapa.
Leyenda: 1) Castelo de Tomar 2) Castelo de Silves 3) Castelo de Guimarães 4) Forte da Graça 5) Castelo de Almourol 6) Castelo de São Jorge 7) Castelo de Marvão 8) Castelo de Santa Maria da Feira 9) Castelo de Óbidos 10) Castelo de Bragança
Ubicación: Tomar, Portugal Central
Época principal: Siglos XII–XVI
Fundado en 1160 por Gualdim Pais, Gran Maestre de los Caballeros Templarios en Portugal, Tomar fue la sede de la orden religiosa durante la Reconquista. Cuando el Papa disolvió la Orden del Temple en 1312, el rey Dionisio los refundó astutamente bajo el nombre de “Orden de Cristo”, transfiriendo todos sus bienes, incluido Tomar, a esta nueva entidad. Posteriormente, bajo el mando del infante Enrique el Navegante —quien residió en el lugar—, el castillo se convirtió en el motor espiritual y financiero de la Era de los Descubrimientos.
Tomar incorpora innovaciones militares importadas de las Cruzadas. Su distintivo alambor (un engrosamiento en talud en la base de los muros) impedía el zapado de túneles y desviaba los proyectiles lanzados desde arriba hacia la infantería atacante. En el corazón del recinto se encuentra la Charola, una iglesia poligonal de 16 lados inspirada en el Santo Sepulcro de Jerusalén. Fue diseñada para que los caballeros asistieran a misa sin despojarse de su armadura, simbolizando la perfecta unión entre el monje y el guerrero.
El castillo resistió un asedio masivo en 1190 por parte del califa almohade. Dice la leyenda que los templarios, aunque superados en número, defendieron la puerta con tal ferocidad que la entrada aún se conoce como “Porta do Sangue” (Puerta de la Sangre), pues se cuenta que la sangre fluyó escalones abajo.
Ubicación: Silves, Algarve
Época principal: Siglos VIII–XIII (Almohades)
Durante la dominación islámica, Silves (llamada entonces Xelb) fue una floreciente capital cultural, y su castillo actuó como la ciudadela del poder. La fortaleza cambió de manos de forma violenta y sucesiva: fue conquistada por Sancho I en 1189 con el apoyo de cruzados conocidos por su ferocidad, recapturada por los moros en 1191 y, finalmente, recuperada para la cristiandad en 1242.
Silves destaca por su impactante estética: está construida con “Grés de Silves”, una arenisca roja local que tiñe la fortaleza de un tono naranja intenso, creando un fuerte contraste con las casas encaladas del pueblo. El castillo ocupa una superficie de 12.000 metros cuadrados protegidos por 11 torres cuadradas, un rasgo distintivo de la arquitectura militar almohade.
En su interior alberga dos cisternas monumentales, piezas clave para sobrevivir a los largos asedios. La Cisterna da Moura es una sala abovedada sostenida por columnas con capacidad para más de un millón de litros de agua. Dice la leyenda que una princesa mora habita en esta cisterna y que, en las noches de San Juan, navega en un bote de plata con remos de oro mientras lamenta la pérdida de su ciudad. La Cisterna dos Cães desciende 60 metros hasta el nivel freático. Debe su nombre a la antigua costumbre de arrojar perros al pozo para hallar pasadizos secretos; se dice que ninguno volvió jamás.
Ubicación: Guimarães, Minho
Época principal: Siglos X–XII
El Castelo de Guimarães ocupa un lugar central en la mitología nacional de Portugal. Erigida en el siglo X por la acaudalada condesa Mumadona Dias para proteger un monasterio de las incursiones vikingas y los ejércitos moros, esta fortaleza acabaría siendo la cuna de una nación.
Su momento cumbre llegó en el siglo XII: Afonso Henriques nació entre estos muros en 1111 y se convertiría, más tarde, en el primer rey de Portugal. El castillo fue su base de operaciones en la rebelión contra su propia madre y el amante gallego de esta, un conflicto que culminó en la batalla de São Mamede en 1128, considerada la verdadera guerra de independencia de Portugal.
Construido en granito local, el castillo presenta una curiosa planta en forma de escudo que parece simbolizar su misión defensiva. La torre del homenaje, de 27 metros, domina el complejo. Se trata de una maciza torre cuadrada añadida por el rey Dionisio en el siglo XIII, sobria y robusta, diseñada primando la fuerza bruta sobre la estética. Ocho torres almenadas sobresalen de las murallas, concebidas para ofrecer fuego de flanco contra los atacantes. La ausencia de ventanas o adornos subraya su carácter de instalación exclusivamente militar.
Justo a los pies de la muralla se encuentra la pequeña capilla románica de São Miguel, lugar donde fue bautizado Afonso Henriques. El suelo de la capilla está pavimentado con lápidas de nobles guerreros, un recordatorio del estrecho vínculo medieval entre la fe y la espada.
Ubicación: Elvas, Alentejo
Época principal: Siglo XVIII (1763–1792)
Si los castillos medievales se diseñaron para frenar a hombres con espadas y escalas, el Forte da Graça se construyó para resistir la artillería. Ubicado en el cerro de Monte da Graça, custodiando la estratégica ciudad fronteriza de Elvas, fue diseñado por Wilhelm, Conde de Lippe, un genio militar alemán reclutado para reformar el ejército luso. El fuerte desempeñó un papel vital en la Guerra de las Naranjas (1801) y en la Guerra de la Independencia contra las tropas de Napoleón.
Considerado uno de los fuertes abaluartados más poderosos del mundo, destaca por su planta en estrella con baluartes pentagonales. Esta geometría suprime los puntos ciegos: cada rincón del perímetro queda al alcance del fuego de cañones o mosquetes desde otros sectores. El fuerte cuenta con tres líneas de defensa: los revellines exteriores, el foso principal y la línea magistral interna. En el corazón del fuerte se eleva la Casa del Gobernador, un suntuoso palacio de estilo rococó y neoclásico emplazado dentro de una verdadera “máquina de guerra”.
Fue concebido como una ciudad autosuficiente, con enormes cisternas para recoger agua de lluvia y abastecer a miles de soldados incluso si se cortaba el suministro del acueducto de Elvas. Era tan inexpugnable que jamás fue tomado por la fuerza. Su construcción se prolongó durante 30 años y su coste fue tal que, según se dice, el rey José exclamó que sus murallas debían de estar hechas de oro.
Ubicación: Lisboa (Barrio de Alfama/Castelo)
Época principal: Siglo XI (Morisco) / Siglos XII-XIV (Real)
El Castelo de São Jorge corona la ciudad de Lisboa. Los restos arqueológicos demuestran que el lugar ha estado ocupado desde la Edad del Hierro, pasando por fenicios, romanos y visigodos. Su fisonomía actual es principalmente de origen morisco: funcionó como la alcáçova (ciudadela) de los gobernadores musulmanes hasta que Afonso Henriques conquistó la ciudad en 1147 con el apoyo de la Segunda Cruzada. El castillo sirvió como Palacio Real hasta el siglo XVI, momento en que Manuel I trasladó la corte a la orilla del Tajo, lo que marcó el inicio de la decadencia de la fortaleza.
En la década de 1940, bajo el régimen de Salazar, el castillo fue restaurado a fondo para ensalzar el patrimonio nacional; por ello, muchos de sus rasgos “medievales” son, de hecho, reconstrucciones del siglo XX. Cuenta con una barbacana que protege la puerta principal y 11 torres, entre las que destaca la Torre de Ulises, custodia de los archivos reales durante siglos. Su área arqueológica desvela la historia estratificada de Lisboa, incluyendo las ruinas del antiguo barrio moro que fue demolido para construir el Palacio Real.
Su leyenda más célebre tiene como protagonista a Martim Moniz durante el asedio de 1147. Al ver que una poterna se cerraba, interpuso su cuerpo en el hueco; murió aplastado, pero evitó que la puerta se cerrara, permitiendo que las huestes portuguesas tomaran el castillo. Esta puerta, la Porta de Martim Moniz, sigue señalizada en la actualidad.
Ubicación: Vila Nova da Barquinha, río Tajo
Época principal: Siglo XII
Almourol es el arquetipo del castillo medieval romántico, erigido sobre un islote rocoso en mitad del río Tajo. Lo que fue un castro lusitano y luego un fuerte romano, fue reconstruido en 1171 por Gualdim Pais (el artífice de Tomar) como parte de la “Linha do Tejo”, una red de castillos diseñada para frenar las incursiones moras hacia las tierras cristianas del norte.
La construcción se adapta con maestría al relieve irregular de la isla. Su torre del homenaje, de 20 metros de altura, se alza en el punto más elevado, siguiendo el eje central del islote. Sus murallas siguen el contorno de los riscos, haciendo que el castillo parezca emerger de la propia roca. Cuenta con nueve torres circulares: un rasgo típico de los templarios, ya que las formas redondeadas desviaban los proyectiles con mayor eficacia que las cuadradas. Una inscripción sobre la puerta principal sitúa su construcción exactamente en el año 1171, siendo uno de los testimonios más claros de la presencia templaria en la región.
Ubicación: Marvão, Alentejo
Época principal: Siglos IX–XIII
Lo que define a Marvão es su inaccesibilidad. Situado a 862 metros de altitud, en la cima más alta de la Sierra de São Mamede, domina como una atalaya natural la frontera con España. Su fundador en el siglo IX fue Ibn Marwan al-Jilliqi, un muladí (ibérico convertido al islam) que se rebeló contra el emir de Córdoba para establecer en este enclave su propio estado independiente. La fortaleza pasó a manos portuguesas entre los siglos XII y XIII, y resultó crucial durante las Guerras de Restauración del siglo XVII.
El castillo se funde con la orografía, integrando los riscos naturales de cuarcita como parte de su estructura defensiva. Para asaltarlo, el enemigo debía superar primero las murallas de la villa, recorrer sus angostas calles y, finalmente, forzar la entrada del castillo. Alberga una de las cisternas más imponentes de Portugal, con 10 metros de altura, un recurso vital para una fortaleza situada en una cima tan árida. Sorprende que, en un enclave militar tan rudo, existan jardines cuidados que aportan una nota de delicadeza entre tanta piedra.
La sinuosa y empinada carretera de ascenso desemboca en una impecable aldea intramuros, con fachadas blancas y ventanas de estilo manuelino. Su gran reclamo son las vistas de 360 grados: España hacia el este y las vastas llanuras del Alentejo hacia el sur y el oeste.
Ubicación: Santa Maria da Feira, distrito de Aveiro
Época principal: Siglos XI–XVI
Este castillo representa un punto de inflexión en la Reconquista. Erigido sobre un antiguo templo pagano y un castro romano, fue la sede administrativa de la región de Terra de Santa Maria y base de la revuelta de los barones portugueses contra el Reino de León. Sin embargo, su fisonomía actual se debe a la familia Pereira, quienes en el siglo XV transformaron la ruda fortaleza en una residencia palaciega.
Su aspecto recuerda más a un castillo de cuento o de la Europa central que a los típicos fuertes ibéricos de planta cuadrada. Su característica torre del homenaje está flanqueada por cuatro torreones circulares con techos cónicos, lo que le confiere una verticalidad y elegancia inusuales en la arquitectura militar portuguesa. El castillo ejemplifica la transición de los muros góticos defensivos al confort palaciego del Renacimiento. El Gran Salón dispone de amplias chimeneas y ventanales que habrían supuesto una debilidad táctica en siglos anteriores, pero que resultaban aceptables hacia el siglo XV.
Ubicación: Óbidos, distrito de Leiria
Época principal: Siglos XII–XIV
Óbidos es conocida como la “Vila das Rainhas” (Villa de las Reinas). Desde que el rey Dionisio se la regalara a la reina Isabel en 1282, la villa fue propiedad personal de las reinas de Portugal hasta bien entrado el siglo XIX. Aunque se asienta sobre cimientos romanos y moriscos (su nombre deriva del latín oppidum, ciudadela), su diseño actual es puramente medieval portugués.
El castillo integra un sistema defensivo único junto a las murallas de la villa, que se extienden 1.565 metros. Estos muros, altos y almenados, rodean por completo el pintoresco pueblo de casas blancas. En el siglo XVI, el edificio sufrió importantes reformas para servir como palacio, incorporando sus características ventanas manuelinas. En los años cincuenta, la torre del homenaje y el palacio se reconvirtieron en la primera Pousada de Portugal (un hotel histórico estatal). Esto salvó al edificio de la ruina, aunque restringió el acceso a los interiores a los huéspedes del hotel.
Óbidos también es recordada por su “traición” durante la crisis de 1383-1385, cuando el castillo tomó partido por la facción castellana, lo que provocó el asedio del futuro rey Juan I.
Ubicación: Bragança, Trás-os-Montes (Noreste)
Época principal: Siglos XII–XV
Bragança se ubica en la “Terra Fria” (Tierra Fría) del extremo noreste, un enclave crucial para defender la frontera frente al Reino de León. La estructura que vemos hoy data principalmente del reinado de Juan I, a principios del siglo XV. Es la sede ancestral de los duques de Braganza, la dinastía que gobernó Portugal desde 1640 hasta 1910.
Su ciudadela, magníficamente conservada, es una auténtica “ciudad dentro de la ciudad”. La Torre de Menagem, una de las torres del homenaje góticas más bellas de Portugal con sus 33 metros de altura, conserva sus matacanes, desde donde los defensores podían arrojar piedras o aceite hirviendo. Como elemento único, el recinto alberga la Domus Municipalis, un edificio románico de planta pentagonal que servía de cámara para el consejo municipal. Construida sobre una cisterna, es el único ejemplar de arquitectura civil románica que se conserva en toda la península ibérica.
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